Miles de onubenses arropan a la Virgen de los Dolores en el pórtico de la Semana Santa onubense
Huelva tenía ganas de Semana Santa y lo demostró en el día de ayer junto a Nuestra Señora de los Dolores. Miles de onubenses arroparon el caminar de la dolorosa de la Hermandad de la Lanzada, vecinos del barrio, hermanos o cofrades de Huelva en general. No hubo ni un solo instante a lo largo de la tarde que no rodeara el palio azul pavo una auténtica muchedumbre.
Eran las 19:00h cuando las puertas de la casa de hermandad se abrían de par en par en una calle Don Bosco donde ya apenas cabía un alma. El breve cortejo que iniciaba la cruz parroquial escoltada por dos ciriales y a la que seguían una decena de hermanas de todas las edades vestidas de mantilla negra. En la presidencia, acompañando al hermano mayor Juan Romero y al párroco de los Dolores, se encontraban el alcalde de la ciudad, Gabriel Cruz, así como la subdelegada del gobierno en Huelva, María Asunción Grávalos.
Tras la presidencia y el cuerpo de acólitos, que anunciaba la llegada de María Santísima a perfumando el ambiente de incienso, el paso de palio de la Virgen de los Dolores abandonaba poco a poco la casa de hermandad a los sones de la Banda Municipal de Música de Aznalcóllar. Claveles, rosas y gladiolos blancos componían el exorno de un paso de palio que cambiará su fisonomía el próximo Martes Santo, vistiendo la Virgen el manto azul brocado en oro y la saya burdeos bordada en oro estrenada por la Virgen del PAtrocinio en la pasada procesión magna.
A partir de este momento y hasta pasada la medianoche, la Virgen recorrió numerosas calles del barrio de las Colonias, calles por las que el Martes Santo no puede procesionar, encontrándose un año más con todos sus vecinos que desde los años 70 del pasado siglo, esperan durante todo el año la llegada de un nuevo Viernes de Dolores para estar junto a su Madre.
Una procesión tradicional en la Cuaresma onubense con tintes de gloria, donde las primeras saetas se entremezclan con los cantes por sevillanas y donde su llegada a la plaza a la que da nombre al Virgen marca uno de los momentos más esperados cada Viernes de Dolores. Allí, la hermandad de Emigrantes con su Simpecado al frente, acompañada este año por nuestro obispo Don José, aguardaba la llegada de la Virgen para rezarle como cada año su salve. Momentos de pellizco que se repitieron poco después al llegar a la residencia de ancianos de las Hermanas de la Cruz y que se repetirían en numerosas ocasiones a lo largo de todo el recorrido.